
Así entre veredas y pasajes oscuros, los tres viajeros padecen de todo: hambre, violencia y desamor. Toda la serie está bañada con ciertos tintes de modernidad, como cortes y tintes de cabello, personajes que emulan algún recuerdo de artistas del arte y la música y sobre todo de un ambiente muy urbano, muy hip hop; no sólo por la música sino también por los personajes, su forma de hablar y de actuar. Además, guarda cierta crítica hacia la enajenación occidental en las culturas asiáticas y la influencia de la cultura nipona en el arte y la historia. Beatbox, grafitti, tatuajes, drogas, sexo sugerido, tristeza y fortuna, todas unidas por una línea hilarante de 26 episodios cuyo final sorprende a todos los gustos. Aunque no es una historia épica de dos samuráis, está muy cerca de serlo.
Cabe resaltar que durante la serie se desentraña una historia que tiene mucho que ver con el shogunato Tokugawa de aquellos días como el caso de sus creencias, clanes, etc. y sobre todo plasmado en el pasado de cada personaje y en la búsqueda del famoso samurái que huele como los girasoles.
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